Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Éver Valencia, autor del gol que tiene en jaque al Once Caldas, con posibilidades remotas de clasificar, pendiente de un milagro, fue ofrecido en calidad de cedido, sin costo alguno, en préstamo por un año, hace escasos cuatro meses. La negativa fue rotunda por parte de los directivos albos, con argumentos pueriles, sin sustento técnico válido. Igual situación se registro con Ángelo Rodríguez, hoy figura y soporte de Envigado y Bryan Angulo, quien juega poco con el Pasto, pero se encuentra preseleccionado para la olimpiada de Río, con cualidades reconocidas.
La preferencia, en la época, recayó en Cristian Alesandrini, Cristian Flórez y Luis Peralta, hoy en vía de salida por su opaca campaña.
El argentino Alessandrini no ha pasado de ser un delantero estático, sin gol, con torpeza de movimientos, características conocidas en el medio cuando jugaba en Chicó. Muchas fueron las advertencias hechas a los directivos, sobre su discreto desempeño, con oídos sordos a la hora de la toma de decisiones.
Son culpables los administradores del Club, con su entrenador, de los desaciertos en la elección de los futbolistas, contratados en los últimos años, cuyas condiciones han sido severamente criticadas por la afición.
Desde Sachi hasta Torrente, pasando por Flabio Torres, con tolerancia extrema que despierta sospechas, los estrategas de turno han dado el visto bueno a futbolistas cuyo peso futbolero se derrumba en las primeras intervenciones. Los gestores y asesores de Pineda, el propietario del club, no han podido canalizar los recursos, por la soberbia en las decisiones, o la falta de conocimientos. Vaya usted a saber que subyace en tanto negocio incorrecto.
Javier Torrente, reconocido con su fútbol al comienzo, extravió su ideología, debilitado su proyecto, por la aceptación de futbolistas sin clase y por su protagonismo en contravía de la disciplina. Eligió mal, alineó mal y ganó poco. Comparte responsabilidad en la configuración de la nómina, con sus jefes, con un aire manipulador en sus excusas.
Decir que ama a Manizales porque vive a tres minutos del estadio, que fue a calmar la tribuna que lo insultaba, cuando todos vieron que peleó con ella, o que los futbolistas incorporados no dieron la medida, cuando el mismo dio el visto bueno para su llegada, es una falacia que desdice de su seriedad y pone en tela de juicio su comportamiento.
Alguna razón personal, fuera de lo deportivo, lo induce a mantenerse activo en el medio, sin hacer pública la necesidad de fortalecer un proyecto en el que todos crean, exigiendo para ello las piezas que encajen en una alineación que tenga mayores aspiraciones.
No se requieren millonarios recursos para armar un equipo con capacidad en la competencia y calidad que la justifique. Pero la miopía de la dirigencia hace trizas los sueños de los aficionados de regresar a la élite futbolera.
Tulio Castrillón, que hace ahora de presidente con autonomía en el manejo, puede ser un revulsivo, ante la necesidad imperante de darle transparencia a las contrataciones y acertar con ellas, pero se asegura que poco se le ve por el club.
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