Esteban Jaramillo

LA PATRIA | Bogotá

Simplificar un concepto o reducirlo al “me gusta” o “ no me gusta” es común cuando se trata de evaluar la conformación de la nómina del Once Caldas, frente al campeonato que se avecina.

El juicio a priori se entiende por el malestar que se percibe ante las campañas recientes que han dejado un amargo sabor entre los aficionados.

Se conoce que el club ha sido negociado en un 30 por ciento, que la administración actual se rehúsa a trasferir las acciones a quienes ofrecen dudas de conducta, o pretenden trasladarlo a otra ciudad, y que la perspectiva de volver a copas internacionales, por la generosa distribución de plazas que hace la Conmebol, es halagadora. Por eso se ha renovado la nómina con la aprobación del cuerpo técnico.

Son tantas las caras nuevas, al comienzo de los trabajos, que parece un equipo diferente, dispuesto a producir reacciones emocionales entre los aficionados.

En la lista de incorporaciones no se ven estrellas, pero sí de condiciones reconocidas, por su pasado en otros clubes. El gusto visual a sus aptitudes se aprobará o no, cuando se entre realmente en la competencia. Será allí cuando sea adecuado un juicio de valores.

El Once necesita un equipo que contagie, que satisfaga a sus seguidores leales, que plante cara en el torneo y que actúe con ambiciones.

El rastreo de refuerzos, esta vez, no se ha ensombrecido por la injerencia determinante de los apoderados de los futbolistas, como ocurría hasta hace poco. Aunque en algunas posiciones persisten las dudas, en la mayoría de las demarcaciones aparecen soluciones. Entrados en razón, los dirigentes del Once Caldas saben que la única opción para recuperar la fe del hincha es renovando la nómina, sin extralimitaciones en la inversión para evitar colapsos financieros. Por lo menos ahora se ve una cara distinta.

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El Once necesita un equipo que contagie, que satisfaga a sus seguidores leales, que plante cara en el torneo y que actúe con ambiciones.