Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
El tiempo por concluir. El disparo imprevisto de Nájera, la mano extendida de Henao lleno de reflejos, relampagueante como en los mejores tiempos, para confirmar un triunfo ruidoso, celebrado, impredecible. Se anticipó a la intención, como hace 11 años, cuando en la copa era barrera infranqueable, para producir, esta vez, la jugada de la tarde.
Si el fútbol se define por pequeños detalles, habría que sumar, además, el gol de Marlon Piedrahíta, con un golpe al balón justo, envenenado, ceñido al palo, inatajable.
El Once Caldas encontró en el orden y la decisión, mejores pálpitos que en su reciente pasado. Ante Nacional no se amilanó, jugó de igual a igual, confrontó con intensidad en un ejercicio táctico impecable, impregnado de voluntad solidaria. Con doble línea de marca, agresivo, peleador, ocupando espacios, controlando al rival y avisando continuamente con sus ataques punzantes.
Solo al final, cuando buscó refugio defensivo, estuvo al borde del infarto. Le dio alternativas a un rival soso, predecible, sin talento, ni fórmulas de gol.
El Once impuso condiciones, con los dientes apretados, así no tuviera la pelota, en un partido con picos intensos de emotividad, como cuando Piedrahíta, reconvertido en una volante creativo, estuvo a punto de marcar el tercero. Que tarde redonda hubiera sido, frente a un rival de campanillas, con nómina de lujo y estrellas en declive temporal, por la incapacidad para tomar el mando del partido.
El Once llegó reprobado por el público, que escéptico y atribulado esperaba el desarrollo del juego.
Su pasado reciente no estimulaba el optimismo. Pero, a falta de gambetas porque no las hay, los jugadores conectados, concentrados en un único objetivo, el de ganar, consiguieron lo que en apariencia era imposible, para situarse a un punto del octavo clasificado.
Cuestión de estilos, en la búsqueda del triunfo. Sin galopar con firmeza como los caballos de carreras no se logran los triunfos. Buena onda, la del Once Caldas. Se redimió en una tarde, en el lugar menos esperado, ante el rival más encopetado, en un esfuerzo titánico, que trajo consigo la primera gran alegría del semestre. Ya era hora, para evitar severa crisis.
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