Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá

Los números del Once Caldas son indiscutibles. A un punto de 27,  la cifra mágica tradicional para clasificar. Dos jugadores, Arango y Romero, en la parte alta del listado de goleadores. Con casilla en  Copa Suramericana, hasta ahora. A cinco puntos de la Copa Libertadores, considerando que Nacional, al frente en la reclasificación ya tiene su cupo y Santa Fe aspira a ganar la Liga. Es el segundo equipo en eficacia goleadora y está bien ranqueado en goles encajados, con solo seis derrotas a lo largo del año, en 34 partidos jugados en la liga.
Las estadísticas no engañan y solo quien no conoce de ellas, las desvaloriza. Pero mirado con realismo, el rendimiento técnico grupal está lleno de contradicciones: no enamora, no seduce, no encanta.
Se ve, en los distintos partidos, un Once Caldas atenazado, nervioso e irregular. El fútbol que se practica no llena los ojos de los aficionados, que quieren siempre un juego vistoso, eficaz y, si se puede, fantasioso.
A medida que el campeonato va consumiendo fechas el nivel de exigencia se eleva, sobre todo en las finales, a las cuales el “blanco” está a punto de acceder.
De mantener la línea de rendimiento actual, las conjeturas sobre su futuro no son favorables. Justo es reconocer que en ciertos partidos el equipo ha rendido, ha ganado y ha dejado satisfecha a la afición. Pero en otros, ha propiciado el desagrado y la desaprobación. ¿Por qué la irregularidad?
Está obligado el Once a recuperar la confianza en la cancha, a jugar con soltura, a volver por los caminos del triunfo sin fisuras y con ello a recomponer la fe del hincha.
El último partido ante Uniautónoma produjo un resultado valioso, si se  entiende la moral alta con la que llegaba el rival, después del aplastante triunfo en Cali y el cachetazo recibido por el Once en la copa Postobón ante Patriotas. Punto de oro sin duda.
Pd: ya es hora de que los argentinos marquen diferencia.