Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Cobro de Johan Arango con desparpajo, con osadía, con suavidad. Picado, a lo Valentierra, de lento viaje, a tal punto que el portero Castillo alcanzó a rectificar su vuelo y se reincorporó angustiado sin poderlo interceptar. La justicia de la injusticia: Penalti no hubo. Justicia porque una falta en el área, contra Cesar Arias, de Zapata, en el primer período, el árbitro, con problemas oculares, la ignoró; como aceptó en repetidas ocasiones infracciones inexistentes, con amonestaciones injustas, una a Piedrahíta, por ejemplo, y una Henao, capitán de ocasión, sobrio y sereno, seguro y puntual, para rectificar su criticado rumbo.
El Once remaba contra la corriente desde el gol de Londoño, en el que Cuadrado tomó la ruta equivocada, para allanar el camino a una jugada nacida de un inofensivo tiro de esquina. Rondaban las dudas por el miedo a la caída con nerviosismo general. El pase filtrado, fórmula rompelíneas, no cuajó y los largos traslados de pelota anularon el juego colectivo.
A la dificultad con el balón, evidente en el Once, se sumó la marrullería del rival. Jugar a no jugar, o a no dejar jugar. Se recuerda la risa burlona de Víctor Cortes, al abandonar el campo, a 20 minutos del final, para luego comandar el airado reclamo grupal de su equipo contra el árbitro, por el tiempo de adición.
El Once levantó vuelo en los últimos tramos del partido. Afinó la puntería en el pase y rondó con peligro el área rival. Arango se enchufó en el segundo tiempo y fue el líder, tarea que cerró con un cobro colosal, que tiene su sello y su firma. Parado quedó el portero.
En esta dinámica de amores y desencantos que es el fútbol, explicar los misterios de caídas y ascensos en el rendimiento individual y colectivo no es labor fácil, sobre todo cuando, en el caso del Once, la histeria se apodera de la tribuna y el producto se estigmatiza con gritos de desaprobación por lo inminente que se ve, en ocasiones, una derrota.
Al Once Caldas le sobró actitud ante Envigado. Buscó por todos lados y en todo momento la solución a sus problemas. Pero le faltó aptitud para lograr su cometido.
Bendito el spray que le da disciplina a los cobros. Se acabaron las ceremonias grotescas achicando distancias, lo que le da impulso al talento de jugadores como Arango, que hacen de la pelota quieta un lujo.
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