Este domingo los colombianos tomaremos una decisión en las urnas que no es de poca monta. Estamos ante la posibilidad manifiesta de cerrar el capítulo más grande, extendido y doloroso del conflicto armado, y de rechazar nuevamente el uso de las armas y el ejercicio de la violencia como herramientas para hacer política.
Esta oportunidad ha sido posible por la decisión política de las Farc de abandonar las armas y desaparecer como organización ilegal, y por la determinación del Gobierno Nacional de intentar superar, por medio del diálogo, la anormalidad histórica que ha significado el conflicto armado para el país. Muchas podrán ser las opiniones, muy diversas podrán ser las expresiones y muchas voces podrán exponer argumentos frente a este tema, pero el desarme y la no repetición constituyen el eje angular de lo acordado.
Y el desarme es tan importante que dentro de lo acordado se definió milimétricamente el proceso para que las Farc entreguen todo su armamento. En un lapso de 180 días se realizará el registro, almacenamiento, monitoreo, control, recolección y extracción de las armas, que le serán entregadas a la Organización de las Naciones Unidas, organismo que le certificará al Gobierno Nacional y a la opinión pública el cumplimiento de este procedimiento. En plata blanca, esto significa que en cuestión de semanas las Farc dejarán de existir, desaparecerá la guerrilla más antigua del país y los colombianos tendremos un factor de violencia y desestabilidad menos.
No sobra recalcar entonces que el aspecto principal de la votación en el plebiscito reside en la aprobación o no del desarme pronto y verificado de las Farc, y como me lo decía un líder minero de Marmato, en la decisión de los colombianos de deshacernos de un lastre que ha sido como una bola de hierro pegada al pie, la cual no nos ha dejado caminar bien, nos ha causado mucho dolor y deberíamos dejar atrás definitivamente para andar mejor.
Ante la confusión espontánea o inducida de muchos, también vale la pena reiterar lo que no se votará el domingo. No se votará para aprobar la gestión de de Santos. No se votará para definir el futuro político de Uribe. No se votará para legitimar las acciones de las Farc. No se votará para decidir si en Colombia se impone el castro-chavismo. Ni mucho menos se votará para decidir que los colombianos nos vamos a volver santistas y en el país reinará el unanimismo.
Votar Sí permitirá pasar la página de una trágica historia que Colombia nunca debió vivir y que nos ha dejado más de 6 millones de desplazados, más de 200 mil muertos y cerca de 50 mil desaparecidos. Eso sí, no se nos puede olvidar que el lunes 3 de octubre el presidente seguirá siendo Juan Manuel Santos, la agenda legislativa y las reformas en contra del país continuarán avanzando en el Congreso, y las políticas económicas, sociales, ambientales y culturales, que favorecen los intereses
de unos pocos y perjudican a la mayoría, no se modificarán, salvo que se intensifique la presión y movilización ciudadana.
Silenciar definitivamente 10 mil fusiles, evitar millones de muertos, ahorrar mucho sufrimiento y tener mejores condiciones para luchar por la transformación de Colombia, son razones suficientes para votar este domingo por el Sí.
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