La crítica surge en el ámbito del debate público como una herramienta contra el autoritarismo y como un mecanismo para defender el derecho a disentir y a ejercer la oposición. La práctica de la crítica, al reconocer la contradicción, invita al debate de ideas y argumentos, tan necesario en tiempos en los que los poderosos intentan imponer el unanimismo, y en los que el llamado pensamiento único limita el análisis de la sociedad al examen de las variables macroeconómicas.
Frente a las ideologías dominantes, que han elevado a categoría universal el individualismo y la competencia, la crítica se constituye en un elemento transgresor que defiende otra forma de ver el mundo. Si bien, las ideas por sí solas no transforman la realidad, al superar su aspecto meramente analítico y contemplativo, la crítica suele contribuir positivamente a la transformación de la realidad.
En un país como Colombia, caracterizado por la dependencia, un marcado déficit democrático y la carencia de un genuino desarrollo, aspectos que se expresan en uno de los índices de desigualdad más abultados del planeta, la crítica juega un papel social sustantivo. Si se lo propone, tiene la capacidad de develar lo que los poderosos ocultan, puede desnudar las verdaderas intenciones de quienes rigen los destinos del país y permite convocar a la sociedad, no solo a oponerse al estado actual de cosas, sino a actuar para transformar el statu quo. La función crítica es un llamado a la oposición y a la reflexión, pero, sobre todo, a la acción.
Siendo una garantía democrática básica, la crítica no debe tildarse como una acción revanchista e impulsada por intereses ocultos que debe ser desvirtuada de inmediato, ya que supuestamente quien critica no propone nada. Sucesos con efectos negativos para la vida de la nación como la parapolítica, la reforma a la justicia, agro ingreso seguro, los falsos positivos, la crisis humanitaria en la Guajira y hasta la pérdida de Panamá o la Masacre de las Bananeras, no hubieran tenido el realce que tuvieron, sin voces críticas que evidenciaran las causas y consecuencias de estas acciones y señalaran a sus responsables. Los colombianos, lejos de ver con recelo la crítica fundamentada, deben comprender que de ella se desprende la defensa de otras ideas y la gestación de nuevas propuestas.
Criticar, sin embargo, no significa caer en el recurso fácil de la denuncia sin fundamentos o el panfleto acusatorio sin pruebas claras. La objetividad y la honestidad intelectual deben ser los ejes de la función crítica, si el objetivo es convencer con argumentos y no el de imponer determinados puntos de vista por la vía de la fuerza o la manipulación.
Realizar un constante análisis crítico de las problemáticas más sentidas de la ciudad, la región y el país, será el propósito de esta columna quincenal, que generosamente y en una muestra de pluralidad, me ha concedido el doctor Nicolás Restrepo, director de este diario. Esta tribuna estará al servicio de la defensa de los sectores marginados y se desarrollará con la firme convicción de hacer visibles otras miradas y otras propuestas de ciudad, departamento y nación. Espero que el presente espacio invite al debate y que los lectores lo disfruten.
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