Darío Arenas
Aún recuerdo nítidamente la noche del 28 de mayo de 2006. Ese día se realizaron las elecciones presidenciales, en las que Álvaro Uribe fue reelegido por periodo de 4 años. Mientras algunos considerábamos una derrota el resultado de ese día, quizás por inexperiencia electoral, desbordado optimismo, la creencia de que Colombia estaba preparada para el cambio, o la suma de todos esos factores, casi a las 7 de la noche Carlos Gaviria Díaz se refirió a los resultados. Con el tono sereno y firme que siempre lo caracterizó, dio parte de tranquilidad y resaltó el segundo puesto que obtuvo en la contienda siendo candidato del Polo Democrático Alternativo, como una victoria de la izquierda colombiana y los sectores democráticos ya que por primera vez se ponía en riesgo real la hegemonía política del bipartidismo.
La tranquilidad y el ánimo que Gaviria transmitió esa noche no fue especial, fue el común denominador de todas sus actuaciones en la vida pública. Como pocos, consiguió animar políticamente a millones de colombianos a través de un riguroso análisis de la realidad y de una práctica política tenaz y coherente, pudiendo desterrar de muchos sectores el escepticismo y la desesperanza que se habían convertido en sentimientos habituales debido a las frustraciones del pasado.
Su ingreso a la militancia de partido y a la agitación electoral a partir de 2002, complementó su trasegar público de toda la vida. Como senador, candidato presidencial y presidente de un partido político, continuó librando luchas a favor de las mayorías nacionales, tal y como lo hiciera desde la docencia y la administración universitaria, y desde el sector de la justicia.
En un país en el que los gobiernos han intentado imponer el unanimismo a través de la fuerza o por medio de la cooptación, Carlos Gaviria reivindicó y defendió dos derechos esenciales en política: el derecho a ser radical y el derecho a ser oposición. Sobre el primero, siempre señaló que no se podía ser crítico con la situación de Colombia sin ir a la raíz de los problemas y sin señalar quiénes son sus causantes, de allí que el mote de radical nunca le molestara. Acerca del derecho a ser oposición, Gaviria reclamó éste no solo como un derecho sino como una obligación de los colombianos, teniendo en cuenta la realidad de la nación y el orden de cosas injusto que han construido por décadas los partidos tradicionales.
Su radicalismo y su coherente postura de oposición, lo llevaron a afirmar que en Colombia nunca ha habido democracia, ya que si entendemos por democracia el gobierno del pueblo para el pueblo, sería irracional considerar que la mayoría de los colombianos eligieron estar en el desempleo, el rebusque y la pobreza.
De la noche del 28 de mayo de 2006 quedan vivas muchas emociones y muchos recuerdos se pueden traer a colación, pero una frase que resume la forma en que Carlos Gaviria asumió el ejercicio de la política, hoy recobra su vigencia: "Nadie del Polo se va a dejar cooptar. Nadie va a cambiar el honroso puesto que le corresponde en la oposición por una embajada, un ministerio o un consulado (…) Ejerceremos una oposición desde el Congreso y desde las calles, haremos un control político serio, que no se vende, que tiene dignidad". Se fue uno de los que luchan toda la vida, un imprescindible.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015