Desde mi infancia soy aficionado al fútbol y para la época de mi juventud uno era aficionado de radio. En Riosucio para los años cincuenta se jugaba un campeonato municipal con dos equipos que monopolizaban la afición “El América” y “El Occidental”, en este jugaban los hermanos La hidalga (Jaime, Álvaro y Marcial. Fue entonces cuando el “Deportes Caldas” visitó Riosucio y derrotó un combinado local. Era el campeón del fútbol profesional colombiano con recordadas figuras (Rubén Padín, Jacinto Villalba y Víctor Kriscuonas Vitatutas), desde ese momento fui hincha del Deportes Caldas. Cuando se acabó “El Dorado”, Alfredo Di Estéfano integrante de Millonarios fue contratado por el Real Madrid. De vez en cuando llegaba a nuestras manos un ejemplar del Gráfico revista argentina especializada en fútbol con referencia a las estrellas del momento (Sívori y Walter Gómez hacían las delicias en River Plate) y alusiones a la época de la “máquina”, una delantera legendaria conformada por “Muñoz, Labruna y Lostau. De oídas, me enamoré del juego del River y del Real y, parodiando el dicho, ahora que puedo verlos, le soy leal a los tres. Aún cuando el amor por el Once es más cercano he podido seguirle la trayectoria a cada uno. Viajé a Cali para ver al River de Alonso enfrentarse a la Selección Colombia de Willington Ortiz y mucho después en el monumental de Núñez al River de Falcao y el “pipita” Higuaín. En el Bernabéu al Real de la Quinta del Buitre, al de Raúl y Fernando Hierro, a los galácticos (Ronaldo Nazario, Zidane, Beckam, Figo y Raúl) y al de Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos y Casillas. Al del 2015 no lo he visto, pero es que la pasión de los colombianos por el Real de James Rodríguez, nos permite verlo por la “tele” cada vez con más facilidad.
Se cumplió la Copa Centenario que, no es una copa América más, sino única (aún cuando la que cumplió cien años es la copa suramericana) y desde luego nos deja recuerdos memorables, el partido con Paraguay y algunos otros momentos de la selección Colombia, los fanáticos tenemos sobre los que presumen de saber (técnicos y comentaristas) la ventaja de que olvidamos pronto las malas y nos quedamos con las buenas jugadas de nuestros ídolos.
Tuve la fortuna de acompañar, como directivo, al Once Caldas en sus campeonatos de 1983 (con Américo Pérez, Carlos Alberto Munutti, D'Ángelo, Alexis García, Paco Castro y Chicho Pérez) y 2009 (con Javier Álvarez, Jhon Viáfara, Johan Fano, Casanova y Alexis Henríquez) y, como simple aficionado el elenco de la Copa Libertadores de 2004 en sus enfrentamientos contra Fénix, Vélez, Maracaibo, Barcelona de Ecuador (octavos de final, con gol agónico de Jorge Agudelo), Santos (cuartos de final), Sao Paulo (semi final) y Boca Juniors (final). Fueron partidos memorables, algunos incluso definidos con disparos desde el punto penal como el inolvidable último enfrentamiento ante Boca en el Palogrande. Lo vivido en esos cinco meses del 19 de febrero al 1 de julio de 2004 es algo impensado e irrepetible, por Manizales desfilaron los más grandes y sobre ellos pasaron los nuestros cada día más seguros y firmes en su táctica defensiva pero eficaz.
Desde ese momento los viejos aficionados sabemos que no viviremos nada igual, que incluso es posible no lo tengan las siguientes generaciones, pero, desde luego suponíamos, seguiríamos teniendo un buen fútbol y un buen equipo. Sin embargo, entristece ver al Once Caldas dejar jirones de gloria en cada presentación.
Es cierto que, el fútbol ya no es solo el juego, el deporte y el espectáculo, también es una empresa, es probable que, por no entenderlo así, desperdiciamos las ventajas económicas logradas con la gesta, pero, si olvidamos que es una pasión, la razón de ser de la empresa no existe, no se entienden los llamados a la afición para que asista si allí no se le entrega el espectáculo que lo alimenta. El público no atiende el llamado por mejorar los ingresos del equipo, acude si hay estrellas y equipo. Los rendimientos de esta empresa son deportivos, aún cuando desde luego, se requiere que la empresa sobreviva. Habrá que cruzar los dedos para que los directivos actuales o los que vengan tengan la inteligencia para armonizar una buena administración con el deseo de la afición por tener un buen equipo de fútbol.
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