RICARDO GONZÁLEZ PACHÓN
LA PATRIA | SUPÍA
Es un día de mucho calor. Al regresar a casa por el borde del río Supía, observo cómo ese gran arrollo caudaloso y cristalino hoy se ve triste, seco, lleno de bolsas. Hay botellas plásticas de todos los tamaños y otras decenas de envases que son arrastrados por las aguas turbias y fangosas.
Esta escena me recuerda una lectura ambiental, en la que se narraba una historia del municipio Aguas Claras, llamada Todos vivimos aguas abajo. Cuenta esta triste historia cómo los habitantes de esta vereda contaminaban a diestra y siniestra sin importarles lo que sucedería con sus vecinos. De pronto, algunas personas, de un sector cercano se reunieron y les empezaron a exigir cumplir con la normatividad ambiental vigente. Sin embargo; después de la muerte de Pedrito, un niño muy querido e inteligente, que falleció debido a la mala calidad del agua que a su casa llegaba, fue que todo empezó a cambiar.
Vienen a mi memoria algunas conversaciones de niños que escucho de manera continua: "Hoy no hay clase, vayámonos para 'bolloliso' a tirar nado. Y ese tal 'bolloliso' no es nada más ni nada menos que la bocatoma del acueducto de este municipio. Ya podrán imaginarse entonces ¿cuál será la calidad de agua que a diario nos toca consumir?".
Al estar más tranquilo y relajado, ya descansando en casa, pienso en que mañana será un día mejor, un día para salir de travesía y un día para promover una campaña de limpieza en nuestro afluente, tan importante para la vida diaria.
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