Óscar Gómez
LA PATRIA | NORCASIA
Cerca del municipio de Norcasia, a menos de 10 kilómetros de la zona urbana, se encuentra la vereda La Habana.
Para llegar se hace un recorrido por un tramo en terreno llano hasta encontrar las aguas del río La Miel.
Hay sitios para acampar a orillas del río, en un lugar denominado el puerto de La Habana y cabañas en sitios como La Palmera y Puerto Rico.
El atardecer es tranquilo, acompañado por el ruido de las chicharras. La noche se interrumpe por el ronroneo del motor de lanchas con luces y linternas que suben y bajan en faenas de pesca. En el fondo de la noche hay sonido de aves y mamíferos que habitan el bosque. En la madrugada pájaros, patos y garzones van y vienen por el río en busca de alimento. El sonido del manantial arrulla el sueño de los exploradores que acampan en la rivera. El encanto de lugar es el bosque, el silencio, la frescura del aire, el viento, el río, que juntos atraen al viajero.
El joven Fernando López nació en La Habana. Trabaja como canoero a lo largo del río La Miel, desde el túnel hasta su desembocadura. "Mis padres, desde muy niño me enseñaron a manejar esta canoa y a pescar; salgo con ellos a tirar la atarraya, sobre todo en días libres. Ahora estudio en la I. E Buena Vista, sede La Habana. Vivo allá en la casita del otro lado, a la orilla del río. Siempre hemos vivido de la agricultura y de la pesca. De noche salimos con linterna y cogemos unos cuantos para el consumo. Antes era más abundante el pescado y muy grande. La gente viene mucho a pescar más cuando hay subienda que está empezando".
En la orilla opuesta del río está Isac Aguirre, poblador de Norcasia que por épocas viene a La Habana a pescar. Está arreglando sartas de bocachico para llevar a casa. "Cuando había pescado grande usted cogía 4 o 5 pescados y se veía el montón. El bocachico y el móhino eran grandes. En tiempos de subienda usted se metía al río y eran cordones de boca chicos grandes. Llevaban por cargas. Hoy todo está afectado por los cambios climáticos, la minería y la industria del agua".
La tarde vuelve a caer sobre el río en la vereda La Habana, el canto de las cigarras para llamar a su pareja es estridente. Canoeros y lancheros suben y bajan por la corriente, mientras los pescadores empacan sus herramientas con la mirada fija en el retorno.
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