LA PATRIA | Manizales
Apolinar Cardona murió quemado. Dicen que su cuerpo quedó chiquitico, consumido. También dicen que dio guerra hasta el final. Unos amigos cuentan que se llevaron para Mariquita sus restos pensando que era otro. Lo tuvieron que devolver. Lo reconocieron por un pedazo de bigote.
Polo, como lo llamaban todos en Arboleda, era de Sopetran (Antioquia). Llegó al corregimiento porque era un andariego. Allí se amañó. Era el propietario de la cantina Los Recuerdos, en la plaza. Allí conoció a su mujer, con la que vivió sus últimos 10 años de vida. Tuvieron tres hijos. Polo engordaba marranos. Con eso y con lo del bar sacaba adelante a su familia.
Su casa, enseguida del comando de la Policía, les cayó encima cuando explotó el carro bomba. A su esposa e hijos los rescató la misma guerrilla. Los sacaron aturdidos. “No quisieron rescatarlo. Al otro día fui con un amigo y lo saqué vuelto carbón. Lo reconocí por la correa y el llavero”, cuenta Luz Dary Giraldo, su mujer.
Quien lo recuerda ríe
Quienes lo conocieron hablan de lo chistoso que era, que salía con tiros finos, que era amigo de todos. Su hija Norma Johana, quien entonces tenía cuatro años, lo recuerda así: “a todo le sacaba gracia”.
“Vivimos muy bueno. Me enamoró porque era amable y cariñoso. Yo era de finca y él, mayor que yo, me invitaba a gaseosa y mecato. Después de siete meses de noviazgo nos fuimos a vivir juntos. Sí estuviera vivo tendría 75 años. Recogía cunchos de cerveza, con eso derretía panela y preparaba cuido pa' los marranos. Nos gustaba hacer caminatas por la carretera. Era un borrachín. Todas las noches tomaba aguardiente, pero era buen borracho. Se quedaba dormido y al despertar seguía bebiendo”, narra la viuda.
“Era una gran persona”, dice su amiga Norma Yamile López. “Mi papá y él eran tan amigos que nosotros y los hijos de él tenemos los mismos nombres”, dice entre risas.
Luis Gabriel López, papá de Norma y mejor amigo de Apolinar, lo menciona con nostalgia. “Recuerdos del hombre hay cantidades. Buen amigo, servicial, muy chistoso... a la final antioqueño. Nos hacía gozar con sus chistes. Mi esposa era profesora de grado once. Se lo llevó para la excursión a la Costa. Fue un goce ese paseo. Un día se emborrachó y como tenía las uñas largas se las pintaron de rojo. Preocupados, fueron a buscar con qué despintarlo. No se dejó. Llegó así a Arboleda”, recuerdan los López, con gracia.
Cinco años después del paseo familiares y amigos lloraban por el hombre que les alegró muchos momentos. Aún ríen recordándolo.
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