FERNANDO GÓMEZ
LA PATRIA | VITERBO
"Sancocho, fríjoles y mazamorra", era lo que contestaba Isabel Cañaveral de Naranjo cuando alguien le preguntaba por qué había llegado casi a los 111 años.
Su lucidez y su infranqueable fe católica fueron motivo de admiración en la comunidad viterbeña, la misma que en compañía de su familia le celebraba sus cumpleaños cada 3 de agosto.
Los cuatro hijos que quedan vivos, de 12 que tuvo, cuentan la buena salud de la que gozó doña Isabel, pues jamás visitó un médico. "Solo una fractura la hizo ir al hospital, y eso que ni se dio cuenta", apuntan sus hijos, al tiempo que exhiben fotos de su cumpleaños 110, y comentan que jamás hizo una dieta que la controlara.
Doña Isabel nació en Belalcázar (Caldas), y fue de las pocas personas que narraba con suficiencia las épocas que han marcado el desarrollo de Viterbo. La silla en el mirador de su casa, su preferida en los últimos años, ya está vacía y permanece allí como símbolo de la integridad física y moral, pues doña Isabel falleció el pasado 25 de mayo.
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