Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA Manizales
Otoniel García camina al paso que le pongan. Tiene en su mente dibujado cada centímetro de Samaná, municipio que con 97 mil 581 hectáreas es el más grande de los 27 de Caldas. Cada pronóstico del recorrido le sale preciso: “dos curvas más adelante veremos un Divino Niño debajo de una roca gigantesca y a 15 minutos de aquí nos encontraremos una casa abandonada, luego desde un alto observaremos el cañón de un afluente del río San Antonio”.
Siguiendo las huellas de los botines de este experimentado caminante, de 50 años, se puede llegar hasta San Lucas, vereda escondida entre potreros, cultivos y la espesa vegetación del Parque Natural Nacional Selva de Florencia. Detrás de las mismas pisadas se termina descubriendo la incertidumbre para quienes aún viven allí y se resisten a salir, por más que sus parcelas estén en una reserva protegida por el Estado.
La caminata de dos horas y media de ida y tres de regreso empieza en la zona urbana del corregimiento de Florencia, encanto del oriente caldense, donde sus habitantes respiran profundo cuando se les habla del conflicto armado, protagonizado por guerrilla, paramilitares y Ejército, en una pesadilla que concluyó hace apenas cinco años, después de bañar en sangre la región. La pregunta surge antes de comenzar el recorrido por una zona donde reina la soledad.
Los objetivos del viaje son San Lucas y las tres familias que quedan de las nueve que había hasta hace unos tres años. "Antes fui desplazado por la violencia, ahora sería un desplazado por la Selva", dirá alguien más adelante en esta historia.
Las distracciones son irremediables ante aquellos regalos para la vista, el corazón y el alma. La Selva de Florencia, pura como es, se abre para lucirse con el canto permanente de aves y aullidos de monos, acompañado con el coro de las quebradas. También se expone majestuosa con las cascadas y riachuelos más cristalinos de Caldas, con su frescura así el sol acose al mediodía, despertando a cada paso la curiosidad sobre qué esconden esos kilómetros y kilómetros de árboles de chaquiro, roble, comino, abarco.
"Si uno se va por acá llega a las minas de La Bretaña, de donde sacaron todo el oro que quiera, pero como vamos buscando a San Lucas, sigamos por la derecha", dice Otoniel.
Desde un alto se observa una casa, que bien podría inspirar una obra pictórica titulada La soledad con los siguientes elementos: un techo de cinc roto, puertas con candados, una máquina de coser mohosa, una cocina con latas raídas de sardina, un árbol tupido de limones-mandarinos, una despulpadora de café inservible y una casa en tabla parada esperando a que tarde o temprano se la trague la Selva de Florencia.
Allí, en la cuesta, desde donde la vista domina tapetes gigantes verdes, rodeados de follaje del más espeso vivieron en otro tiempo los Aguirre. Los vecinos solo saben que un día se fueron. “Tal vez se fueron, como otros, para que los niños estudiaran en el pueblo, o tal vez porque sabían que si se quedaban los cercaría la pobreza", comenta Evangelista Duque, quien vive en la vereda.
La vivienda está sola, pero sus paredes siguen hablando. “Colombia quiere la paz”, se lee en un cartel pegado a la pared de madera, contigua a una pieza donde los Aguirre dejaron libros perfectamente organizados.
En la misma pared alguien escribió una especie de explicación, quizá dirigida a los visitantes preguntones. “FINCA, CIN COMENTARIOS” (sic).
Definitivamente la casa no está muda. Una cartulina advierte sobre la presencia de minas antipersonal, seguramente sembradas, según la comunidad, por las Farc, sobre todo por los lados de los García.
Quizá Félix Aguirre, su esposa y cuatro hijos algún día vuelvan, como lo suponen los vecinos, a reclamar su pasado y revivan la alegría de la casita, testimonio de vida en la inmensidad de estas tierras lejanas.
El lamento borincano Los Rodríguez, del Conjunto Clásico de Puerto Rico, redondea en parte el éxodo de los Aguirre y de los Molano, Martínez y García quienes partieron de sus parcelas. Canta la melodiosa voz de Tito Nieves:
“Se fueron del campo
buscando horizonte
Dejaron el monte
sumidos en llanto
De tristeza un manto
cubrió esos lugares y
los cafetales también se perdieron
Los Rodríguez se fueron para otros lugares…”.
La espera de don Otilio
La ruta con Otilio sigue cuesta abajo. "Por aquí pasó alguien hace un rato", dice al descubrir las huellas de botas pantaneras. Media hora después una silueta con sombrero emerge del camino. Se trata de Evangelista Duque, campesino de San Lucas que se gana la vida sembrando plátano, maíz, yuca y frijol, al otro lado del río San Antonio.
Dejemos que Evangelista cuente su historia.
"Tengo 65 años y hace 43 me vine para esta selva. Éramos de San Diego, pero encontramos por aquí un lugar bueno para vivir y ganarnos el sustento diario con la agricultura y el ganado".
"Siento que vivíamos más felices antes de que esto fuera un parque. Podíamos trabajar libremente, sembrar nuestros productos, esto era muy próspero para todos".
"Las familias éramos muy unidas. Los sábados hacíamos festivales en la escuela, preparábamos comida, escuchábamos música en el equipo de pilas y bailábamos hasta las 11:00 o 12:00 de la noche. Al otro días nos íbamos a mercar a pueblo (Florencia)".
"Éramos nueve familias y ahora quedamos tres, los García, Los Molano y nosotros los Duque. El resto se fueron porque el Parque nos está cerrando las puertas, tal vez para que nos vamos".
"No dejan que nos lleguen programas de ayudas del Gobierno. Nos iban a dar electrificación rural y el Parque no dejó, nos iban a dar auxilios y tampoco. La Alcaldía de Samaná nos dio 4 millones para arreglar caminos y hubo que darle parte de la plata al Parque. Nos está comiendo la pobreza, los techos se nos están cayendo, si seguimos así nos vamos a morir de hambre".
"Yo pienso que nos deberían comprar o reubicar. No nos deberían dejar así como estamos. Que no podemos sembrar más de lo que tenemos, que no podemos cortar madera para los cercos, esto cada día es más difícil".
"La verdad yo no le veo ningún beneficio para nosotros que esto sea un parque natural. Está bien que protejan los recursos de la naturaleza, pero tenemos derecho a que eduquen a los niños, a tener trabajo".
"Si me proponen una reubicación o una compra, la acepto y me voy para el pueblo a poner un negocito, pues mi esposa, María Griselda, y yo ya tenemos muchos años para estar en labores del campo".
"He sido muy feliz en esta Selva y no me quisiera ir, pero si nos toca nos vamos. "Antes fui desplazado por la violencia, ahora sería un desplazado por la Selva".
Por algunos caminos recorridos con Otilio pasó hasta hace unos seis años la guerrilla. "Hoy esto es de nuevo un territorio de paz, donde la gente amablemente recibe a los visitantes", dice el guía que inclusive ha paseado de noche por la Selva de Florencia. "En un curso con el Sena entramos a la Selva a las 2:00 de la mañana y vimos el amanecer aquí tranquilamente".
La próxima parada es en el corredor de la casa de los Molano, a la que se llega luego de un descenso por pastizales y cafetales destruidos por las heladas en la Selva. Desde el cañaduzal se observa a doña Senobia amarrando los perros.
"A nosotros la guerrilla nunca nos hizo nada. Somos tan pobres en esta vereda que no tenían nada que llevarse", comenta la señora.
La vivienda, también en tabla parada, está localizada en el fondo de la montaña, al lado de una vertiginosa quebrada que la separa del hábitat de venados, osos hormigueros, cusumbos, guatines y serpientes.
Estos colonos campesinos son herederos de la colonización antioqueña, que
solo a medidos del Siglo XIX llegó al oriente caldense, después de hacerlo al norte, Centro-sur y occidente. Los paisas llegaron a abrirse futuro quemando y tumbando montes.
Doña Senobia se toma la cabeza y saca una frase certera: "me estoy enloqueciendo". Argumenta: "esta soledad no la soporto, tuvimos siete hijos y ya seis se fueron. A mi esposo y yo nos queda muy difícil trabajar, yo estoy muy enferma, la otra vez me internaron en Sancancio en Manizales, pero me sigue doliendo la cabeza".
Ella habla por la familia. "mi esposo y yo solo aceptamos que nos compren, de resto no nos vamos". Como don Evangelista Duque sueña con una tienda en el pueblo.
"Aquí llegamos de la vereda Patio Bonito con la ilusión de sacar adelante a nuestra familia. A punta de caña y panela lo logramos vendiendo dos cargas (200 atados), que sacamos en dos mulas".
En el corredor ella se despide con un último comentario: "sembramos caña y utilizamos la naturaleza porque es lo que tenemos a mano, si nos compran quedaremos tranquilos".
La directora del Parque Natural Nacional Selva de Florencia, Gloria Teresita Serna, dice que las comunidades que viven en jurisdicción del parque son las que llegaron antes del 10 de marzo 2005, fecha en que se declaró la reserva.
"En este momento esas familias tienen un predio del cual derivan su sustento, lo que hacemos es evitar que se amplíe la frontera agrícola con el fin de que no se generen nuevos impactos sobre el ecosistema".
En relación con la compra de predios o reubicación de familias explica que se trata de procesos lentos que se van dando a medida que se dispone de los recursos.
Añade: "estamos en un saneamiento predial para compra de predios que estén debidamente legalizados con títulos. La idea es recuperar estos terrenos para el Parque".
La funcionaria dice que el Parque nada tiene que ver con la supuesta obstrucción para que la comunidad no tenga acceso a programas sociales, como le denunciaron habitantes de la zona.
"Lo que pasa es que los entes gubernamentales tienen clara la legislación para reservas naturales y por eso no entregan este tipo de auxilios. Se trata es de recuperar los predios de la Selva".
La ingeniera agrónoma de la Universidad de Caldas Elisa María Moreno Ortiz elaboró en el 2011 la tesis de grado Caracterización y análisis de los sistemas de alteridad en la Selva de Florencia.
En una parte ella indica: "las restricciones ecológicas para la producción agropecuaria determinan tipos de intervención mucho más agresivos, por lo que las familias campesinas recurren a prácticas inadecuadas ambientalmente que generan considerables impactos ambientales; sobre el suelo por su fragilidad y su escasa evolución, y sobre la biodiversidad local por la presión antrópica y la expansión de la frontera agrícola lo que sin duda representa una amenaza a los objetivos y valores objeto de conservación identificadas para el Parque".
Con el decreto 622 de marzo de 1977 el Gobierno Nacional reglamentó las aplicaciones para las áreas consideradas excepcionales en el patrimonio nacional en beneficio de los colombianos.
Para tal efecto se definieron los puntos para lograr los objetivos del Sistema de Parques Naturales Nacionales:
1.
Reglamentar en forma técnica el manejo y uso de las áreas que integran el Sistema.
2.
Reservar áreas sobresalientes y representativas del patrimonio natural que permitan la conservación y protección de la fauna, flora y gea contenidas en los respectivos ecosistemas primarios, así como su perpetuación.
3.
Conservar bancos genéticos naturales.
4.
Reservar y conservar áreas que posean valores sobresalientes de paisaje.
5.
Investigar los valores de los recursos naturales renovables del país, dentro de áreas reservadas para obtener su mejor conocimiento y promover el desarrollo de nuevas y mejores técnicas de conservación y manejo de tales recursos dentro y fuera de las áreas del Sistema.
6.
Perpetuar en estado natural muestras representativas de co munidades bióticas, unidades biogeográficas y regiones fisiográficas.
7.
Perpetuar las especies de la vida silvestre que se encuentran en peligro de desaparecer.
8.
Proveer puntos de referencia ambiental para investigaciones estudios y educación ambiental
9.
Mantener la diversidad biológica y equilibrio ecológico me diante la conservación y protección de áreas naturales.
10.
Establecer y proteger áreas para estudios, reconocimientos e investigaciones biológicas, geológicas, históricas o culturales.
11.
Proveer a los visitantes recreación compatible con los objetivos de las áreas del Sistema de Parques Nacionales Naturales.
12. Incrementar el bienestar de los habitantes del país mediante la perpetuación de valores excepcionales del patrimonio nacional.
13.
Utilizar los recursos contenidos en las áreas del Sistema de Parques Nacionales Naturales con fines educativos, de tal suerte que se haga explícito su verdadero significado, sus relaciones funcionales y a través de la comprensión del papel que juega el hombre en la naturaleza, lograr despertar interés por la conservación de la misma.
El Divino Niño bajo de una roca, que sirve de escampadero a los caminantes como Otilio García.
Fotos | Martha Elena Monroy | LA PATRIA
Parajes de la Selva vistos desde el camino a San Lucas.
El cañaduzal, el río y la Selva, los límites de esta vivienda.
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