Anserma tiene su coleccionista de botellas

ALBEIRO RUDAS
ANSERMA| LA PATRIA

Si por la finca de Cruz Elena Reyes pasara un terremoto, el sonido de cristales rotos marcaría el evento. El corredor, en madera, está poblado por centenares de botellas que han tomado su lugar junto a materas y flores que decoran por igual.

Nadie en la vereda El Rosario (Anserma) tiene más envases que esta señora. O al menos no lo ha hecho público con tanto orgullo como ella. Su gusto por estos contenedores se inició cuando una vecina le obsequió tres, de color verde, por si de pronto le servían para algo. Fueron el plante de la colección.

Desde entonces, sus tareas como ama de casa incluyen remover el polvo de los cristales y acomodarlos sobre las repisas de tal manera que coincidan en color y forma. Ámbar con ámbar, transparente con transparente, azul con azul y así hasta el último de los 260 ejemplares. "Al principio cuando dije que iba a coleccionar botellas me miraron incrédulos y dijeron que eso era basura", recuerda Cruz Elena.

Pero esas mismas personas, 12 hijos, a quienes les pareció descabellada la idea, son las mismas que le han ayudado a recolectar los más curiosos envases de whiskys, cervezas, perfumes y gaseosas. Desde España, por ejemplo, una sobrina le trajo uno de color verde. Lo guarda como uno de sus más preciados.

La tierra también aportó algo. "Una botellita que uno de mis hijos encontró enterrada", dice, mientras sostiene la miniatura, que ocupa media palma de su mano. Esta contenía Ascaridol, un viejo remedio para acabar con las lombrices intestinales.

La finca está en la ruta que de Anserma lleva a Mistrató (Risaralda) y es vecina de una escuela. Los niños, cada que pasan cerca, no pierden oportunidad de curiosear, por eso, a Cruz Elena no le entra en la cabeza la posibilidad de abandonar sus botellas: "son para entretenerme y quienes vienen a mi casa les gusta verlas y apreciarlas", asegura. Tanto así, que algunas amigas le han pedido las que tiene repetidas para iniciar sus propias colecciones.