Siempre he creído que una película es mala o buena por la historia, es complicado generalizar tanto entre buena y mala pero bueno, así es como más fácil las catalogo. La historia salva a la película así las actuaciones sean flojas, los efectos se noten hasta en las copias mas piratas, la música sea perversa o tenga veinte mil premios y el director sea más famoso que Madona. La historia es la película, obviamente esta hila todo, amarra y acompaña.
Las historias son las que atrapan y son las que recordamos, si hacemos el ejercicio de recordar un efecto, una escena, un diálogo incluso la cara de un personaje de una película y luego buscamos la imagen y la confrontamos con lo que recordamos no coincide con lo que vemos. A no ser pues de tener una memoria extraordinaria casi de savant, los mortales del montón como nosotros no podemos reproducir lo que vimos en un simple recuerdo. Lo curioso es que todos tenemos la capacidad de contar la película, la historia sí la sabemos, tenemos claro quién hizo qué y qué lo motivó, podemos contar la historia y salvo por algunos detalles si dos personas nos cuentan la misma película nos cuentan la misma historia.
Los efectos, el color, los planos, los sonidos ayudan a contar la historia y muchas veces son imprescindibles, indispensables, vitales para ciertos dramatismos pero es la historia la que llega, la que hace llorar y reír. Bueno algunas situaciones son graciosas por si solas y ya, pero no son la película, las vemos a diario en las redes sociales, nos reímos y listo, no nos marcan, ni nos ponen a reflexionar sobre la vida y no nos interesa contarla porque si no la vemos no es gracioso. Pero las historias si las llevamos con nosotros, pasa igual con los libros, las historias nos transportan, nos hacen actuar de forma distinta, al que lee se le nota y al que ve películas también se le nota. No por que sepa mucho de literatura, de cinematografía, o porque tenga muchas referencias de realizadores o escritores; sino porque hace relaciones distintas, tiene la capacidad de unir conceptos y argumentos de tal forma que es agradable escucharlo. Cuando nos cuenta un chisme, un accidente o una situación particular lo hace dramáticamente y nos atrapa. Son los mejores interlocutores.
Cuando nos damos cuenta que todo el tiempo vivimos entre historias aprendemos a disfrutarlas mucho más, los puntos de giro se buscan en las miradas de las personas, especulamos y actuamos con distintas motivaciones. Ya no sólo vamos actuando mecánicamente sino que caminamos de forma casi esquizofrénica, siendo mas consientes de la vida misma que llevamos encima y disfrutando esos pequeños acontecimientos que los convertimos en grandes e inclusos los elevamos a la vida misma. Sólo me queda invitarlos a valorar las historias y a ver y contar historias.
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