Hoy quería escribir sobre un par de temas que tengo en la cabeza pero de camino a la computadora recordé algunas opiniones y frenadas en seco que me dieron sobre algunos textos que he escrito sobre el cine como arte, y por algún motivo mientras pensaba en esos argumentos leí algo sobre un precio y de inmediato hubo una fusión de ideas: se presentaron al mismo tiempo el cine y el precio. Pero el tema no va por los lados de cuánto cuesta hacer una película, o cuántos premios se necesitan para terminar una película en Colombia, o cuánto paga un canal por ellas, no eso no, sino el precio que se encuentra entre el espectador y la obra, ese valor ‘simbólico’ que se interpone entre estar sin nada qué hacer y estar sentado contemplando una proyección en un cine.
Para no volver a lo mismo para mí el cine sí es arte y sí, las películas tienen un único precio. Bueno no tanto uno sólo pero casi, en cine tres precios, depende del día de la semana, la sala y si es en 3D o no; en las tiendas de alquiler dos precios, con el mismo criterio del formato aunque también se la alquilan en combo; en la calle ‘piratas’ todas valen lo mismo, varían quinientos pesos dependiendo del chuzo; en las tiendas autorizadas que comercializan películas todas tienen su precio, pero por el rango en que se mueven podemos decir que es un único precio. Entonces todo el cine vale lo mismo.
¿Qué piensa un comisariado, curador o valorador artístico de esto? Pues ni idea, pero sería interesante verlo caminar por los pasillos de una tienda de alquiler o en la antesala de los cines donde se compran las crispetas con la mano en la barbilla escudriñando de arriba a abajo cada cartel o carátula, para después sin permitir opinión o repunte lanzar un precio mientras un subalterno lo escribe y lo fija al lado de la obra. Ahora, si queremos tener esa experiencia estética debemos pagar lo que dice el papelito. Bueno no seamos tan drásticos digamos que se vio la película y que entonces de ahí define el valor, pero que tenemos que pagar lo que fijaron hay que hacerlo. ¿cuánto costaría ver una película de Álex de la Iglesia o de Godard o de Madonna o de Trompetero?, pues dependería de la película misma no del director, la pregunta sería mejor así: ¿cuánto costaría ver La Comunidad o Week End o Filth and Wisdom o El Paseo 2? Eso como que no lo sabría nadie, bueno el curador, pero entonces ¿qué pasaría con el espectador?
Si usted va a ir con su novia y el protagonista es Dicaprio, de malas, porque así cuesta el triple que una de al lado con Danny Trejo, le toco pagar, aquí es donde le puede mentar la madre al comisariado de cine. Pero bueno, esto no pasa, y siquiera no pasa, no porque el cine no sea arte o no sean unas películas más artísticas que otras, sino porque de algún modo, así estemos siendo utilizados por un par de empresas en el caso de Manizales, tenemos acceso por igual al cine, nos enfrentamos a cada película con el mismo nivel, si, en este caso monetario, pero al fin y al cabo el mismo nivel. Esto no asegura que nuestro criterio, valor cultural u opinión sea más o menos valiosa, pero por lo menos nos enfrentamos al cine de frente y con la mirada puesta desde la misma parte. Ojalá pasara esto con los cuadros, todos tendríamos un Picasso en el baño.
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