Si fuera uribista:

Diría quién es el mejor presidente que ha tenido Colombia.

Si me preguntan por qué, diría que es el único que le ha puesto el pecho a la guerrilla (y no sufrió un rasguño) y puso en cintura a las Farc.

Si me preguntan por qué más es el mejor presidente, diría: "Siguiente pregunta".

Votaría por él o por quién él diga.

Tal vez me enlistaría de nuevo en el Ejército o en todo caso en algún ejército.

Diría en foros y a voz en cuello que excepto los seguidores del gran colombiano todos son terroristas y guerrilleros.

Haría cosas como llorar cuando lo vea, temblar de emoción si me mira, orinar a goticas si me saluda, desmayarme luego de tomarme una foto con él para el face.

Discutiría con todos sus contradictores.

Jamás le haría caso a lo que se dice de las chuzadas.

Borraría la palabra paramilitar de mi vocabulario.

No sabría nada de la Ley 100.

No me metería en asuntos bochornosos como hablar de horas extras laborales y cambio de jornada.

Pasaría de largo si me topo con palabras o frases incómodas como: yidispolítica, carrusel de notarías, parapolítica, El Aro, San José de Apartadó, Mapiripán, medio ambiente, Corte Suprema, Corte Constitucional, cinismo, salud, educación, vivienda, reparación de víctimas, falsos positivos.

Haría de mis oraciones diarias términos como: carnita y huesitos, tres huevitos, terroristas, amenaza terrorista, auxiliador del terrorismo, mamerto, guerrillero disfrazado, difamación, impunidad, guerra.

En fin, pasaría la vida peleando con todo el que se meta con tal deidad, me olvidaría de que es posible la felicidad sin la guerra y de que el mundo es posible sin semejante mesías.

Por eso no soy uribista, ni soy ningún ista, o sí, un solista más parecido a un feliz anarquista que goza de cualquier pataleta que le produce a quien se enoja por asuntos tan banales como contradecirle que hay un dios de carnita y huesitos en locombia.