Esta pregunta me la han hecho en la casa, en la calle, en el periódico, en Twitter y tengo una sola respuesta: si creo defender el derecho a la libertad de expresión este cobra su mayor dimensión cuando respeto y exijo que se respete la opinión de aquel que ofende o me hace sentir ofendido.
No hay irresponsabilidad mediática que justifique un crimen, como tampoco hay noticia que valga la pena publicar si su consecuencia es el asesinato. Así de claro.
¿Estoy diciendo que la sátira de Charlie Hebdo es irresponsable? No lo creo, pero hay buena parte de la opinión pública que así piensa. Alguien me comentó: "nada justifica lo que pasó, ¿pero cierto que también se lo buscaron?" Me sonó a eso que tanto se habla en Colombia: si lo mataron fue por algo, es que debía alguna cosa... y realmente me molesta.
No creo que nada justifique el asesinato de alguien y menos el pensar diferente, así lo exprese como lo exprese. Me molestan muchas opiniones, demasiadas, pero jamás pediría que se corte el derecho a opinar a quien piensa diferente a mí.
En el mundo de lo políticamente correcto ser sarcástico se vuelve de pésimo gusto. Así que quienes tenemos en la lengua una espada a punto de blandir para desacralizar gobiernos, poderosos, vedettes, comentaristas deportivos, políticos, entre otros, tenemos que mordérnosla para no molestar a los macarras de la moral.
Antes se hacían chistes sobre los pastusos, los mejores los contaban ellos mismos; también sobre Dios, si no lean a Tomás Carrasquilla, pero ahora eso no se puede. Te pueden fusilar, si no a bala como en París o en cualquier calle colombiana, sí a insulto herido en las redes sociales o en los comentarios.
Todos tenemos diferentes niveles de tolerancia. Hay quienes saben hacer del humor su mejor defensa, otros lo vuelven una guerra. Hay fundamentalistas en todas partes, en Colombia abundan y no son precisamente de la Yihad islámica.
Si nos conformamos con aquello de que los de Charlie Hebdo se lo buscaron tendríamos que darles la razón a quienes creen que Orlando Sierra se lo buscó al criticar la política sicarial de Caldas o Jaime Garzón o Álvaro Gómez. Como cuando hace muchos años denuncié una amenaza en mi contra y el comandante de la Policía de la época me respondió: "Si ve, para qué se mete con esas cosas".
Me resisto a que así sea. No obstante se ha abierto una interesante discusión en el mundo sobre hasta dónde se puede restringir la libertad de prensa. Sigo creyendo que el problema siempre estará en quién define hasta dónde restringir y hasta dónde no, como Instagram y Facebook hacen con los pezones, a lo que miles de mujeres en el mundo responde con topless. Gracias a ellas.
En su Areopagítica, John Milton en 1644 ya planteaba el problema del censor que por censurar tenía que ver cosas que a otros ojos estaba prohibido, con lo cual el que evita corromper se corrompe. La tautología sigue aplicando igual hoy. ¿Quién impondrá los criterios?:
¿Los gobiernos?, ja;
¿las religiones?, dios nos ampare;
¿otros periodistas?, ¿cuáles, cuáles, cuáles?
Sigo convencido de que la mejor ley de prensa es la que no existe y eso no implica impunidad. Si un periodista o un medio deciden hacer un periodismo deshonesto, mentiroso, engañoso deberá entenderse con los despachos judiciales, pero después de publicar, y no antes. Diga lo que quiera, pero aténgase a las consecuencias legales y jurídicas, nunca violentas. En eso me gusta creer. ¿Y a usted?
Nota: Comparto un Storify que realicé con opiniones publicadas en varios medios colombianos sobre la matanza de Charlie Hebdo y sus consecuencias:
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