Todos somos hijos de la paz

“Pax tecum”, “ La paz sea contigo”. Sí, la paz, es tranquilidad, apreciabilidad, regocijo, sosiego y…, mejor, leamos su significado en un buen diccionario para interiorizar lo maravillosa que es la PAZ. Luego, no tiene sentido hacer la guerra, ni ninguna  explicación  humana justifica el no estar de acuerdo con la paz. Duele, con dolor humano, que algunos, y no son pocos con doctorado de intelectuales, de humanistas, de políticos, de académicos, de estadistas, de honorables, de buenas personas, se declaren enemigos,  acérrimos de la paz. Son dueños de una retrógrada  doctrina medieval impregnada de escolástica y de inquisición, creyéndose los divinos de la política como amos absolutos del redil de sus retardatarias ideologías. Otros, son más parcos, disimulados, taimados, ladinos, tiran la piedra pensando que no los ven escondidos bajo su propia sombra.  Son los llamados mesurados, los pensadores a medias, los tibios, los intonsos, los que quieren, pero les duele reconocerlo o les hacen el mandado a sus jefes a quienes a pesar de su tozudez y flagrante ignorancia, siguen en su error de criticar la paz colocando zancadillas con la ayuda de mercenarios intelectuales, convirtiéndose en  aves de mal agüero con vaticinios apocalípticos tirándole perdigones a la paz.  

Ahondando un poco en las entrañas de este fenómeno de oposición a la paz, que tiene su explicación política y humana, es fácil leer en  la pantalla de las realidades psicosociales, la  explicación a conductas en contra vía de lo ortodoxo, como lo es ayudar a recorrer ese camino que llamamos paz. Estos guerreros, parecen hijos de MARTE, dios de la guerra, con su beligerancia innata, nacidos para solazarse con el ruido de las armas, con el olor a pobreza, a cadáveres, a estancamiento económico, a sueños frustrados, a decadencia, a dolor colectivo, a cementerio de inocentes, porque saben que están blindados y a ellos y a sus familias, no les pasa nada.

Otros, que son la mayoría, se lamentan como plañideras por el solo hecho de no ser ellos los protagonistas de la película o los actores principales de la tragicomedia.  Critican, despotrican y descalifican acerbamente esparciendo con generosidad el tósigo   de su mala influencia tratando de disimular maliciosa y sagazmente que son amigos de la paz de labios para afuera, pero aducen como argumentos que las metodología no es la correcta, que la forma como se negocia no es la conveniente, que la  impunidad, que los beneficios, que las prebendas, que los crímenes, que la  participación en política de los desmovilizados, que se esta  entregando el país, que se va a establecer un régimen pro intereses salpicados de izquierdismo, que vamos rumbo a la hecatombe, al suicidio colectivo, que se esta inmolando la democracia, y muchas profecías de visionarios y videntes infalibles que preconizan el final de la sociedad colombiana.

Otros, con sus nostalgias de poder, no han podido aceptar que se les acabó su cuarto de hora que también lo tuvieron y no lo aprovecharon delirando en la torre de su propio autoritarismo. Para ciertos lunáticos opositores vocacionales  al proceso de paz, pareciera que la guerra les produce rentables dividendos políticos y es por ello que desean que el escenario de la tragicomedia continúe sin ninguna alteración.

Conviene que todos nos hagamos un lavado con el agua bendita de la paz para  impregnarnos de positivismo y así  ayudar a construir y no destruir, para que la fe, el optimismo, la solidaridad y la sindéresis  iluminen el camino de reconciliación y que los muertos por la violencia resuciten a la vida en sus tumbas y que los vivos sigamos viviendo con la paz fraternal que merecemos, porque la paz es de todos y todos somos hijos de la paz.