¿No es mejor parar el fuego,
la guerra, no es diversión
que seguir jugando al juego
matando sin compasión ?
Que la violencia se acabe,
que empecemos a gozar
porque esto no es cosa suave
ni un jueguito muy solaz,
ya es tiempo de disfrutar
de lo que llamamos… paz.
Duele, “ con dolor de patria”, que nuestro país, un pueblo de gente buena, pacífica y cristiana, sea uno de los más violentos de la tierra por la ambición, deseo de poder, por la búsqueda de reconocimiento social y falta de sensibilidad social.
La guerra, no es un juego a los soldaditos de plomo con juguetes de mentiras en donde nadie muere, como si se tratara de un inocente ejercicio lúdico. La guerra, es un juego de verdad, con armas de verdad y con muertos de verdad. El campo, otrora floreciente, feraz y generoso, quedó arruinado y desolado por la violencia de las armas disparadas por “ manos buenas” unas, y por” manos malas” otras, según la intención ética de la película que nos colocan en la pantalla y que nosotros, con la ignorancia política que nos caracteriza, nos dejamos manipular con la ayuda poderosa de los medios de comunicación que generalmente no son imparciales, salvo algunas excepciones.
De tanto hablar y sobre todo dialogar con seriedad y con una agenda en concreto, se dieron los resultados con gran satisfacción para unos y gran decepción para los guerreristas patológicos que no faltan. Ya no se trata de abstracciones, de sueños, de irrealidades, de ideales extraterrestres. Se trata de hechos concretos, que repercuten en actitudes positivas, que llenan de optimismo el cielo colombiano como hechos fehacientes que demuestren que se están dando pasos reales para construir el anhelado camino de la reconciliación.
Por fin, y con gran complacencia, para quienes profesamos una política de DIÁLOGO, las fuerzas ideológicas en contienda, abrieron su conciencia a la sensatez para comprender que el cese bilateral del fuego y a las hostilidades, no era una utopía como estrategia de compromisos entre las partes y una clara demostración de que cuando “SE QUIERE , SE PUEDE “. Desde luego, que esta posición seguirá teniendo contradictores a quienes pareciera que la guerra les trae muchos rentabilidad, a ellos, que los juzgue la historia.
Es una gran lección, aunque parezca tarde, aprender que el diálogo entre mudos o discusiones bizantinas para entretener y entretenerse las partes en conflicto, sin llegar a nada, es un desgaste político que solamente deja frustraciones. Olvidan que quienes somos las víctimas de la confrontación somos el pueblo raso que esperamos y esperamos que la muerte envaine su espada y haga su trabajo sin violencia para que el área rural y nuestros pueblos y ciudades inicien la senda de la prosperidad y el florecimiento económico y cultural que merecemos. No es admisible que en nombre de la democracia, caigan y caigan muertos de un lado y de otro, siendo los hijos de los humildes los que lloran sobre sus cadáveres porque son los “ héroes de La patria “. Y, las viudas, y los huérfanos y los desplazados, ¿Qué dirán?
Por fin, triunfó el sí sobre el obcecado no. ¿Cuál era la dificultad para que un cese al fuego fuera bilateral? .
Cuando es unilateral, no es más que una estrategia política o militar, pero ¿Quién coloca las condiciones? ¿Quién vigila?¿ Quién verifica su cumplimiento? ¿y cuáles las sanciones?
Si existen dos partes en conflicto, ¿Por qué no dialogar? ¿Por qué no dialogar si es un mecanismo político, humano y ético para hacerlo .Eso fue lo que ocurrió en La Habana. Un acto de voluntad entre las partes en conflicto deponiendo su arrogancia, pensando en el bienestar general de un pueblo que en su mayoría vivimos con necesidades insatisfechas y sin embargo seguimos siendo hijos legítimos de nuestra amada DEMOCRACIA. ¿Por qué no evitar que hayan más y más muertos?
El cese del fuego bilateral, compromete a la partes con vigilancia, con verificación y con sanciones simbólicas o reales, pero con consecuencias para quien o quienes incumplan los compromisos. ¿ Para qué son los organismos internacionales?
Nuestros muertos se fueron silenciosos a sus tumbas y nosotros seguiremos enterrando la violencia, esperando una paz que florezca en el corazón de cada colombiano como símbolo de una auténtica DEMOCRACIA.
Que viva la paz y que muera la violencia
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