Por Andrés Rodelo
“Dejarse filmar es uno de los actos de generosidad más grandes” asegura el veterano cineasta colombiano Luis Ospina. Agarrando Pueblo (1977), su falso documental co-realizado con Carlos Mayolo, es, sin duda, el microcosmos artístico de esta consigna: una pieza que representa una toma de consciencia ligada a las implicaciones éticas de registrar la decadencia humana, al poner el dedo en la llaga de quienes grababan por esos días la denominada ‘pornomiseria’ a lo largo y ancho del país, en aras de presentarla en circuitos de exhibición internacionales bajo un interés oscuramente comercial, impulsado por los réditos que traen consigo la truculencia y el morbo.
Vea completa Agarrando Pueblo (duración: 28 minutos)
Agarrando Pueblo from Big Sur® on Vimeo.
Hoy, el cinismo, la sátira y el humor negro de la obra son más vigentes que nunca, pese a los cambios de orden tecnológico fijados por la revolución digital cuando se trata de examinar los diferentes rituales de consumo del cine. Si antes el horror de lo real era afín a la sala de proyección y minoritariamente a la pantalla del televisor (como en Agarrando Pueblo), hoy las secciones noticiosas de corte judicial amarillista adquieren un papel fundamental, con un impacto potenciado gracias al alcance, la inmediatez y las abultadas audiencias de estos productos.
Matanza en un bar de Cali contada por Noticias RCN
En el documental para la televisión Los Horrores de Stephen King (2011), el célebre escritor estadounidense comparte una interesante reflexión sobre el gusto de los espectadores por el género del terror que, a su vez, explica la popularidad del periodismo sensacional: “El ser humano tiene una tendencia a reducir la velocidad y mirar el accidente de tráfico. Es algo natural. Nuestro instinto de supervivencia nos dice: ‘a esta gente le ha pasado lo peor, pero yo estoy a salvo’”.
En este sentido, Primicia Mortal (2014), la película de Dan Gilroy, dialoga en muchos aspectos con la cinta colombiana. El argumento es el siguiente: un hombre llamado Louis Bloom (Jack Gyllenhaal) descubre el negocio que se agazapa tras la mala práctica del periodismo judicial. Estimulado por el filón compra un automóvil y una cámara de video con el propósito de trabajar como ‘freelance’, es decir, como independiente para un noticiero especializado en este tipo de contenidos, entablando una relación que es un ‘gana y gana’ con muchos ceros a la derecha.
Tráiler de Primicia Mortal, cuyo nombre original es Nightcrawler.
El trato es simple: Bloom registra (sin filtros éticos) la crudeza de accidentes de tráfico, asesinatos, suicidios u otros hechos que conlleven violencia física de daños irreversibles para lucrarse de las ganancias que produce la difusión del material impresionante. Un ‘rating’ disparado a cuenta de poca sutileza y pocos escrúpulos, que se encarga de suministrar ingentes cantidades de dinero.
Entonces el negocio crece. El automóvil destartalado y la cámara de video modesta devienen en un imponente Ford Mustang rojo y una cámara de última tecnología. El aspecto descuidado de Bloom es objeto de una reformulación digna de elegantes camisas y costosos lentes de sol. Es el ‘american way of life’ y sus promesas de ascenso, fundamentadas en un oficio cobijado por las políticas neoliberales estadounidenses y su constitución, pese a que en muchos aspectos linda con la actividad criminal y supone, al mismo tiempo, un reto para quienes pretenden judicializarlo.
Pero grabar la escena del crimen no es, por defecto, cometer el crimen, si bien el hecho puede ser motivo de acalorados reproches, más aún si consideramos que el material es difundido sin velos éticos a través de un medio de comunicación. Es esa la coartada de Bloom y de su filial corporativa, los cuales juegan convenientemente con los límites de lo punible y lo no punible para hallar el asidero legal con el cual salirse con la suya. La justicia se muestra maniatada ante lo inimputable.
Pero la Constitución Colombiana habla de derecho a la honra y derecho a la dignidad humana como dos cualidades inviolables. La portada de un periódico con imágenes hirientes de una persona o una nota televisiva con estas características tipifican un delito. Puede haber justicia para los vulnerados en algunos sectores del mundo real, pero en el universo ficticio de Primicia Mortal hay legitimación completa de lo inhumano para enarbolar un comentario crítico hacia los medios.
La película es una abstracción de la realidad, desequilibrada en pro de la denuncia que persigue. Pero es efectiva en la medida en que toca las fibras de temas controversiales ligados a la producción de la información, cuyos autores se debaten (en muchos casos) entre ofrecer un contenido políticamente correcto y preservar el humanismo del periodismo o ir en detrimento de este para impactar en el mercado, como Louis Bloom, quien es el extremo de este último ejemplo.
Network (1976), de Sidney Lumet, constituye un interesante vistazo a las inquietudes planteadas por la omnipresencia mediática acaecida en la década del 70 en Estados Unidos, un periodo que se antoja clave si se pretende comprender el fortalecimiento que experimentó el músculo de las comunicaciones y la publicidad en dicho país a partir de ese momento.
Howard Beale (Peter Finch), su protagonista, parafrasea una declaración de principios puesta en boca suya por el guionista de la película, Paddy Chayefsky, quien realiza una defensa de lo humano en contraposición al carácter insensibilizado y codicioso de la faceta más oscura de los medios de comunicación, es decir, la punta de lanza de sus intereses capitalistas.
La frase, al final del siguiente video.
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