Andrés Rodelo
Lo mejor de Locomotion era que no estábamos listos para enfrentarlo. A mis 11 años yo no lo estaba, así que me dirijo a mis coetáneos. Recuerdo que lo primero que vi (lo tengo grabado a fuego) en el extinto canal de televisión que emitía series animadas para adultos (con una especial predilección por el anime) fue el octavo episodio de Neon Genesis Evangelion: Asuka llega a Japón.
Asuka Langley, la segunda niña elegida
‘Canaleando’ me topé con él. La animación hizo que me detuviera. En pantalla, el adolescente Toji Suzuhara permanecía agachado, tratando de arrebatar su gorra “especial” de los pies de Asuka Langley, una alemana engreída que pisaba la prenda en los vastos límites de un portaaviones.
Súbitamente una corriente de aire levanta el vestido de falda de la pelirroja, otorgando a Suzuhara una posición de privilegio para reparar su ropa interior. El mirón recibe una cachetada contundente y responde bajándose los pantalones, acompañando su acción con un “aquí está tu cambio” antes de ser abofeteado por segunda vez.
El momento
Mi película from Andrés Rodelo on Vimeo.
La secuencia, de eminente carácter cómico, me dejó perplejo. La evocación sexual que marcaba el inicio de aquel episodio era algo inédito en mi andadura como espectador de dibujos animados, merced de que contrastaba con la calculada corrección política que imperaba en las series que había visto hasta ese momento, especialmente en los canales de televisión nacional.
Pero aquellos eran los sórdidos y periféricos terrenos de la televisión por cable, en los que Locomotion trazaba 'maquiavélicamente' su apuesta por la heterodoxia animada, provocando que cualquier adolescente que se enfrentara a sus imágenes tuviera que recoger del suelo los pedazos de su desorientado cerebro. La experiencia simbolizaba, en todo caso, un adiós a la inocencia.
Hay que considerar el impacto que tenían dichas imágenes en una época previa a la propagación de internet (1999) y sus contenidos sin filtro. Locomotion tenía el encanto de lo prohibido. Su espíritu contracultural echaba por tierra la mentalidad católica inculcada por nuestros padres. Era una caja de pandora, que horrorizaba primero y fascinaba después. Aquí cinco motivos de por qué.
El comercial de Evangelion
"¿El hombre es una obra de Dios o es este un producto del hombre?" se preguntaba este escalofriante anuncio de la serie Evangelion, que recubierto de una pompa filosófica abandonaba al televidente con una sacrílega declaración: "Mientras Dios se quede en su cielo, todo en la Tierra estará bien". Evangelion se convirtió en la piedra angular del proyecto Locomotion.
El acalorado comercial de Aika
South Park
El canal fue el primero en emitir South Park para Latinoamérica. Ver animación en la que los personajes decían groserías era algo inconcebible para nuestra ingenua mentalidad adolescente.
El gráfico comercial de Akira
La cinta animada de Katsuhiro Otomo tuvo su lugar en la parrilla de programación. El comercial que publicitaba sus emisiones anticipaba (sin sutileza) la violencia que impera en la distópica obra.
Robin
La serie, creada por los suecos Magnus Carlsson y Dave Avellone, narraba las emocionantes aventuras de Robin y su amigo Benjamin, dos jóvenes y sus tropiezos con la ley, las drogas y las prostitutas. Nada aleccionador, evidentemente. Los artífices de Robin aceptaron llevar el personaje al video de Paranoid Android, el sencillo de la agrupación británica Radiohead, después de que sus integrantes quedaran fascinados por su comportamiento lascivo y toxicómano.
Comercial de Robin en Locomotion
Paranoid Android, de Radiohead
Locomotion fue un agitador de neuronas, cuya desaparición en 2005 dejó un gran vacío en la generación a la cual pertenezco. Qué mejor que recordar, entonces, cómo llegó a convertirse en uno de los canales más memorables de la televisión.
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