Una disección cinematográfica y con spoilers del Episodio VII de Star Wars. Vamos allá.
Andrés Rodelo
1. Siria, ¿eres tú?
Los ataques tanto del gobierno de Bashar Al Assad como de los rebeldes a la población siria obligaron a miles de personas a establecerse en campamentos de refugiados repartidos por la frontera del país con Turquía. Los cambuches que aparecen en la escena de apertura de la película de J.J. Abrams me incitan a creer que son un trasunto de la guerra civil que desangra a la nación árabe. Vemos unos asentamientos en medio del desierto y luego una masacre de sus habitantes a manos de las tropas de la Primera Orden, una organización surgida de las cenizas del Imperio Galáctico.
2. La mujer y el negro, marginados cinematográficos
Rey (Daisy Ridley) es una carroñera del planeta Jakku, alguien que recoge chatarra para sobrevivir. No parece que su labor goce de mucha respetabilidad a juzgar por el desprecio que las tropas de la Primera Orden ponen en sus palabras al llamarla 'carroñera'. Finn (John Boyega) es un héroe afro formado como stormtrooper de la Primera Orden, que deserta al descubrir que sus principios son incompatibles con los de la fuerza armada. Dos perdedores, dos marginados: ella, una mujer reducida al nivel de la carroña; él, un negro que se autoexcluye de un sistema "blanco" que no comparte.
3. El stormtrooper con rostro
FN-2187 era el número que identificaba a Finn como stormtrooper, es decir, él era un eslabón de una lógica industrializada de soldados. El aspecto homogéneo de los militares y las tropas ordenadamente enfiladas parecieran recién salidas de una cinta transportadora de fabricación. No hay individualismo y el número de serie es la seña que identifica a un producto de un lote determinado: la impersonalidad cimenta el universo stormtrooper. FN-2187 se desmarca de la masa y asume la identidad de Finn. Cuando se quita el casco realiza una declaración de principios.
4. Los macguffins
El macguffin es un recurso narrativo patentado por Alfred Hitchcock. Se trata de un objeto cuya función es poner la historia en marcha. Al final no tiene tanta importancia como parecía en un comienzo (el portafolio de Pulp Fiction, por ejemplo). Star Wars hizo uso de esta figura en dos ocasiones, ambas protagonizadas por droides como recipientes de los objetos: 1) R2-D2 albergando el holograma en el que Leia pide auxilio a Obi-Wan Kenobi en Una Nueva Esperanza. 2) BB8 guardando parte del mapa que conduce al paradero de Luke Skywalker, en El Despertar de la Fuerza. Al final del Episodio VII, los dos droides se unen para el macguffin definitivo: el aporte de ambos nos llevará a Luke.
5. Screwball comedy espacial
El primer acto de la película reposa sobre la figura de la persecución. Tras la huida de Finn y Poe Dameron de las tropas de la Primera Orden a bordo de un tie fighter, Rey y Finn emprenden otro escape rocambolesco para apartar las garras de la organización militar, pero esta vez embarcados en el icónico Millenium Falcon.
Los cómicos desencuentros durante la fuga, el incipiente romance que se sugiere entre los dos personajes, todo mientras se debaten entre la vida y la muerte, remiten a las señas de identidad de la screwball comedy, ese subgénero hollywoodense que hizo de la situación límite cómica y melodramática su sello característico.
6. Harrison Ford, el guardián
Han Solo se topa con Rey, Finn y BB8. Cuando un grupo de contrabandistas se propone capturar al droide para reclamar la recompensa que la Primera Orden puso sobre su cabeza, Solo lo protege al enterarse de que contiene parte del mapa que revelará el paradero de su amigo Luke. Harrison Ford, custodiando a este pequeño y tierno robot, me recordó otra ocasión en la que hizo las veces de protector de un ser indefenso.
En Witness (1985), de Peter Weir, el actor estadounidense interpreta a un policía cuya misión es cuidar de un niño amish amenazado, quien presenció un homicidio y es pieza clave de la investigación por el hecho.
7. Destellos de realidad
Las peleas con sables de luz de las anteriores entregas hacían gala de una destreza de espadachín. Daban una sensación similar a la de ver una cinta de aventuras de los años 30. Mírese, por ejemplo, el combate del Episodio I entre Obi-Wan, Qui Gon y Darth Maul, representados (casi) como si fueran tiradores de esgrima.
En cambio, los enfrentamientos de El Despertar de la Fuerza tienen un objetivo contrario: no se centran en exhibir las habilidades de los protagonistas con los sables de luz, sino en la violencia, la intensidad, el peligro y el miedo de las luchas a mano armada. Los duelos transmiten realismo y, en parte, torpeza e inexperiencia.
8. Reciclaje para fans
Sí, estamos de acuerdo con que la película recicla momentos anteriores de la saga (principalmente de la trilogía original) a manera de fanservice, es decir, para darle contentillo a los miles de seguidores del universo patentado por George Lucas. Es lamentable, pero lo es más que los críticos la condenen por ello, pues pierden de vista el compromiso de la secuela con las condiciones afectivas de los personajes, que es su mayor acierto.
Otra Estrella de la Muerte, otra odisea para destruir los escudos de la misma, otra secuencia conflictiva entre padre (Han Solo) e hijo (Kylo Ren) en un escenario similar al de la revelación de Darth Vader como papá de Luke Skywalker, este último exiliado en un planeta como Yoda en su momento y la llegada de un jedi en ciernes que solicita ser entrenado…en fin, esta sensación de déjà vu es el único pero que le pongo a la cinta.
9. Skywalker y Rebecca
Luke Skywalker es una presencia sugerida durante El Despertar de la Fuerza, una entidad fuera de campo que pone en marcha la trama. No está allí, pero a la vez está, porque si no estuviera no habría película. Lo vemos solo fugazmente al final. El aura de Skywalker, un personaje ausente, pero trascendente (una especie de divinidad que todo lo ve) me recordó a Rebecca (1940), la primera obra de Alfred Hitchcock en Hollywood.
El debut del británico en suelo americano cuenta la historia de una joven ingenua y hermosa (Joan Fontaine) que se instala en la mansión de un aristócrata inglés (Laurence Olivier) con el que contrajo matrimonio. Al llegar nota que la sombra de Rebecca, la fallecida esposa de su nuevo marido, acecha en todos los rincones de la casa, especialmente en un macabro retrato. La pintura de la mujer pareciera lanzarle una mirada de odio.
La presencia ausente, pero crucial de Rebecca en la historia (por favor, véanla) es similar a la de Skywalker.
10. Capitán Phasma y Samus Aran
De no ser porque conocemos que Gwendoline Christie interpreta a Capitán Phasma, líder militar de la Primera Orden, y gracias a que escuchamos su voz femenina desde el comienzo, nos habría dado la misma sorpresa que Samus Aran, el personaje protagonista del videojuego Super Metroid. Estamos tan acostumbrados a ver machos alfas enfundados en armaduras de aspecto robótico que nadie esperaba que tras la máscara de Aran residiera una esbelta y valiente rubia, así como Gwendoline Christie. ¡Rubias, al poder!
11. La vulnerabilidad de Kylo Ren
Kylo Ren se debate entre la bondad y la maldad. Lucha contra sus demonios internos, enfrentados por un sentimiento de culpa ligado a sus padres y la convicción de reactivar el legado de Darth Vader. Este templario espacial (encapuchado como los guerreros medievales y con un sable de luz cruciforme similar a una espada) es incapaz de inspirar miedo y respeto. Al intentarlo consigue el efecto contrario: ser una caricatura del mal.
Muchos fanáticos critican a Ren porque imaginaban a un personaje imponente e intimidante, es decir, el cliché de siempre. No se dan cuenta de que la cinta nos ha dado (obsequiado) al villano más humano de toda la saga.
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